Las fresas con chocolate siempre se han considerado un plato afrodisiaco. Si es verdad o no, no es algo que me preocupe. Lo que está claro es que a casi todo el mundo le gustan.
En esta ocasión te explico cómo elaborar este sencillo postre en el que la dificultad máxima está en el manejo del chocolate de cobertura.
Sinceramente, coger el punto al chocolate no es fácil, pero, como todo en la repostería, es cuestión de seguir los pasos con la mayor exactitud.
100 gramos de chocolate negro para fundir.
30 gramos de mantequilla
12 fresas limpias y secas.
Preparación:
Si lavas las fresas debes secarlas con un paño suave o un papel absorbente ya que si están húmedas, el chocolate no quedará adherido a la fresa.
Para el baño María donde fundirás el chocolate, necesitas una cazuela y un bol que quepa dentro pero no toque el fondo.
Pon agua en la cazuela de forma que al poner el bol encima, el agua cubra más de lo que ocupará el chocolate.
No puede llegar a cocer, sino que debe estar entre 47 y 65 ºC. Si no tienes posibilidad de medir la temperatura, calienta el agua hasta casi la ebullición y baja el fuego al mínimo.
Si cuece, salpicará el chocolate y se estropeará todo.
Trocea el chocolate y ponlo en el bol junto con la mantequilla.
Con ayuda de la lengua pastelera remueve mientras se va fundiendo.
Cuando lo tengas totalmente fundido, con un tono brillante, totalmente homogéneo, corta la parte de los rabos de la fresa, creando una base.
Pincha la fresa con un par de varillas, un pincho de fondue o un tenedor. y recubre de chocolate, dando vueltas sobre éste, dentro del bol.
Coloca las fresas sobre la base en una bandeja con papel antiadherente y deja que se enfríen.
Puedes servirlas tal cual, con virutas, con nata montada... en fin, puedes hacer variadas combinaciones.
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